Julio Santoyo Guerrero
La prohibición de cierto género de música penaliza una forma del lenguaje cuando de lo que se trata es de atacar las causas; causas en las que tienen total responsabilidad el Estado y los políticos.
La prohibición cultural puede convertirse (¿o ese es el propósito?) en una prohibición política, en una prohibición de la libertad de expresión.
Prohibamos los libros “El Arte de la Guerra” de Sun Tzu y “De la Guerra” de Carl von Clausewitz, para evitar que haya más guerras en el mundo, y Ucrania y Palestina vivan en paz, o la India y Paquistán entierren las armas.
Prohibamos la música de José Alfredo Jiménez y Martín Urieta para combatir el alcoholismo.
Prohibamos las películas de El Padrino que son la adoración de los jefes criminales de la mafia y fuente de enseñanzas criminales.
Prohibamos a Pérez Reverte porque su novela la Reina del Sur elogia a una criminal.
Prohibamos todos los libros de Anabel Hernández que retratan las operaciones del narco y las complicidades con los políticos porque en ellos se describen las capacidades de operación de las mafias. Tanto espacio a los narcos sólo puede ser apología.
Prohibamos la película “Salvando al Soldado Ryan” que glorifica la violencia de la guerra.
Prohibamos el corrido de La Martina para que terminen los feminicidios y de plano todas las canciones del Charro Avitia para acabar con la misoginia.
Prohibamos la música de la Sonora Santanera para que termine la inmoralidad de los cabarés.
En los años 80 se prohibieron los prostíbulos y la prostitución continua invicta.
Es ingenuo pensar que si se hubieran prohibido los corridos de la revolución no habría habido ninguna revolución.
Prohibamos la palabra narco para que los narcos dejen de existir.
Prohibamos las palabras inepto y demagogo para que los ineptos y demagogos dejen de serlo. ¡Ojalá fuera cierto!
En nombre de la moral hace tiempo se prohibió el rock y solo lo alentaron.
Hace más tiempo se prohibió el tango y pasó lo mismo.
Se prohibió el mambo y nadie deja de bailarlo, hasta la fecha.
Hay que darles la buena nueva a los pueblos que están sufriendo la violencia, la extorsión, la desaparición, pues la prohibición de narco corridos acabará con el narco y se impondrá la paz; que la esperen sentados pues llegará tan pronto se publique el decreto.
Al narco se le combate, se le desarticula, se les enjuicia y se les encarcela. Las palabras con las que se narra su horror, su prepotencia, su infamia, su capacidad corruptora, deben seguir ahí, y deben dar cuerpo a artículos periodísticos, ensayos, documentales, películas, teatro, danza, música, y profundos esfuerzos educativos y culturales, porque todo ello debe dotar de capacidades críticas y de indignación a los ciudadanos y jóvenes para enjuiciarlos y rechazarlos.
¿El narco, entonces, también nos derrotó culturalmente? ¿En dónde está el hogar? ¿En dónde están las escuelas? ¿En donde estás las capacidades críticas de la sociedad? ¿No debería el Estado apuntar sus esfuerzos en esta dirección, la dirección de la acción educativa y cultural de las instituciones? ¿Por qué no hay más recursos para la educación y la cultura? ¡Y si, lo sabemos: han reducido los presupuestos para la educación y la cultura! ¡Esto sí que es catastrófico!
Mejor, debería prohibirse que haya funcionarios que solapan al narco, que se alían con ellos, que operan electoralmente con ellos. Y más que prohibirlos deberían estar ahora mismo en la cárcel.
¡Y esos corridos, se prohibirá tocarlos en público! ¿Qué tanto es lo público? ¿Acaso una fiesta familiar? ¿En una reunión de cinco amigos? ¿Habrá un cuerpo de soplones e inspectores que vigilen los hogares en donde se ponen narco corrido para ir por ellos y encarcelarlos?
Atrás de la prohibición cultural existe siempre una conducta moralista y autoritaria, claramente derechista, cuyo anhelo es acotar la libertad de expresión e imponer el control de la conciencia. ¡Si tan solo revisáramos un poco la historia de la cultura!
No entienden nada sobre la resignificación cultural. Creen que un corrido determina todas las personalidades y que también es causa del crimen.
¿Debe prohibirse la música de Wagner porque inspiraba a los nacionalsocialistas alemanes?
No debemos olvidar las lecciones de la historia. Lo prohibido es lo más deseado. En la prohibición tendrán su mejor propaganda, porque retar el ánimo de los jóvenes con lo prohibido les dará ánimo para satisfacer ese deseo. Así como la prohibición de los vapeadores terminó generando un poderoso mercado negro, así pasará con este género musical.
Y mientras prohíben los narco corridos (en lo particular no me agradan) el narco sigue matando, reclutando, extorsionando, comprando políticos, controlando territorios, generando terror, y buscando ser jueces o magistrados el 1 de junio.
Esa prohibición será una batalla perdida, al menos que el objetivo no sea ese género de corridos, sino la misma libertad de expresión que ejercen los periodistas en medios digitales e impresos, plataformas, redes sociales, radio y televisión abierta.
¿Quién será el gran juez moral que decida qué es apología del delito? Sí, ya sabemos ¡Claro, la élite que ejerce el poder! Pues bien, todo está dicho.